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LA DURA VIDA DE UN AGENTE SECRETO.

Se supone que la vida de un agente secreto es dura, pero a veces, la carne es más poderosa que un arma...

21 de mayo de 2024

Mr. A se acercaba sigilosamente a la puerta de una suite en un hotel de lujo, cogía fuertemente el arma, sabía que dentro se encontraba una de las mujeres más peligrosas del país, una mujer a la que conocía muy bien y con un enorme poder sobre él, pero Mr. A tenía que acabar con ella, neutralizarla, es lo que tiene estar al servicio de su Majestad…

En su cabeza bailaban las imágenes de sus últimos encuentros, llenos de fuego y pasión, pero los de arriba le dijeron, o la neutralizas tú o mandamos a otro. «Lo haré yo» mientras tomaba un trago de su Pinot Noir favorito.

Mr. A entró en la suite y cerró la puerta, la suite estaba casi oscura, se veía muy poco, lo justo para no tropezar con los muebles de lujo, lo primero que vio fue la maleta abierta, la ropa tirada en la cama, el arma de ella en su funda, le vació el cargador y sacó silenciosamente la bala de la recámara y volvió a dejar el arma donde estaba, de repente oyó la ducha y se acercó al cuarto de baño. Demasiado fácil.

Abrió levemente la puerta y visualizó su voluptuosa figura, vio como el agua le caía por el pelo y la espalda, la escuchó tararear una canción de Adele «No fastidies» pensó. «¿Adele?» Mr. A empezó a excitarse, como siempre, no podía evitarlo, la famosa asesina le ponía, Dios, como le ponía, ella había sabido encontrarle su debilidad, esos pechos le enloquecían, esas curvas le perturbaban, y su boca y su lengua le trastocaba…

Mr. A se desnudó y entró en la ducha, ella se giró y le susurró al oído, «¿Has venido a matarme?» y él sin pensarlo se lanzó a su boca, sus manos fueron directas a los pechos enjabonados, con ese perfume que tenía ella, ese perfume a maldad y crueldad que él tanto odiaba/deseaba… entre beso, lengua y caricias, Mr. A respondió «Sabes que sí» y le dio la vuelta empotrándola contra el cristal de la ducha, le besó y le mordió la espalda y sus manos que jugaban con sus pechos empezaron a deslizarse hacia abajo, hacia el ombligo, hacia su sexo, hacia su perdición…

Salieron de la ducha y besándose y morreándose salvajemente se fueron directos a la cama, tiraron ropa y armas al suelo y él la poseyó, como siempre, como animales en celo, sabía que estaba mal, sabía que tenía que neutralizarla, pero no podía… no podía, ese fuego era demasiado para tener que acabar con él.

«No quiero correrme, no quiero, no puedo, tengo que acabar contigo», ella desafiante le dijo, mirándole fijamente a los ojos, «hazlo, no te tengo miedo» y eso le enloqueció más… todas las personas que Mr. A neutralizaba le temían, pero ella no, ella no le temía, ella le provocaba, desde aquella noche en París, desde aquel fin de semana en Wellington, desde aquella mañana en el Cairo… Ella… era Ella.

Mr. A se corrió, encima de sus pechos, de su cara, de su piel… y cayó rendido a su lado…

Cuando abrió los ojos, ella ya no estaba, a su lado se encontró una nota… (Nos vemos en Nueva York).

Mr. A sonrió, «me van a despedir» pensó, «pero este polvo no me lo quita nadie».

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