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EL SUEÑO DE TODO JEFE

Se abrió la puerta y apareció la nueva dependienta, joven, dulce y muy bonita de cara… se acercó al jefe y le dijo: “me puedo ir?”

1 de junio de 2024

Sentado en la mesa de su despacho, el director de una tienda intentaba cuadrar los números. Sacó una petaca de wiski del cajón y se tomó un traguito mientras le daba a la calculadora.

Se abrió la puerta y apareció la nueva dependienta, joven, dulce y muy bonita de cara… se acercó al jefe y le dijo: “me puedo ir?”

“Por supuesto, buenas noches y hasta mañana” respondió el director, pensando en acabar pronto e irse a su casa.

De repente, se apagó la luz, y se abre la puerta, vuelve a entrar la joven dependienta, se acerca a la cara del director y le besa. Le devuelve el beso. Siente su sangre hervir y cómo le sobra la ropa. Sus húmedos besos le saben a poco. La urgencia le domina. Sus torpes dedos le desnudan y su boca le muerde rabiosa por no conseguir aplacar la sed.

Su mano le agarra el pelo y le echa la cabeza hacia atrás. Desliza su lengua por sus pechos. Un gemido de placer y desesperación se escapa de su garganta. Quiere más, lo quiere todo.

Es un placer prohibido para él. Le entregó la llave de su placer a cambio de vivir la más intensa de las experiencias.

Solo besos, caricias y lametones esas son las reglas. Autocontrol. Excitación sin consumación. Así es esta tortura. Mordiscos dulces y furtivos por su cuerpo. Sobre todo, le enloquece cuando está en su cuello y sigue por sus pezones. Los muerde sin remordimientos. Cruza las piernas intentando aliviar la presión que tiene. La quiere dentro, la necesita dentro.

Un grito de impotencia le rasga la garganta. Le tiemblan las piernas. Clava las uñas en su espalda, le muerde en el cuello y con el deseo atrapado en su garganta, la respiración se corta. Por unos segundos no respira, solo siente un ardor que le recorre y que le devora. Y de pronto nada, no le toca, no le muerde, no le lame… Le mira y la ve sonreír.

Disfruta como el que más con esta tortura. Se retuerce buscando sus manos y suplica con la mirada. Las reglas son las reglas y no se hicieron para romperlas.

Se siente más sexual que nunca, como si una energía pre orgásmica le hubiera invadido. La saborea y deja que impregne cada poro de su ser.

Los colores son más intensos que nunca, al igual que los sabores y olores. Todo, es más. Más dulce, más rojo, más caliente…

Por eso la deja jugar a ella, le da el control a ella. Sabe que cuando toda esta energía explote será como un volcán en erupción. Se retorcerá y gritará. Cada célula de su cuerpo, cada átomo de su ser participará de ese orgasmo.

El orgasmo le hará libre.

Y de repente despertó, durmiendo encima de su mesa. Los papeles húmedos de sudor y el wiski derramado de la petaca.

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